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  • Foto del escritorAlejandro Molowny

Dejamos de hablar

Dejamos de hablar para empezar a suponer y eso lo cambió todo.


La curiosidad por lo diferente dejó paso a la crítica por lo inesperado.

Reducimos nuestra mente ampliando reglas y normas que han hecho de nuestras relaciones una confrontación constante entre la justificación y el bien queda.


Ya no hablamos para desahogarnos sino para ahogarnos en explicaciones. Necesitamos justificar nuestros actos mediante palabras engañosas que intentan que parezcamos seres celestiales. Fracturando nuestra mente en blanco y negro dejándonos ciegos de grises.


Perdimos nuestra riqueza espiritual a causa de nuestras etiquetas terrenales. Y seguimos metiendo la pata como seres humanos discutiendo sobre la superficie de un iceberg cada vez más profundo abocados a un final como el del TITANIC.


No buscamos respuestas complejas, sino soluciones fáciles para apaciguar a masas que han perdido su sentido y buscan en las prohibiciones y el castigo un modo de vida que sí o sí nos lleva a todos a pasar por esa guillotina moral de lo que se supone está bien o mal.


Hecho de menos personas que se preocupen por ampliar su conciencia y no tanto por delimitar sus creencias. Personas que tras una sacudida no busquen culpables sino aprendizajes espirituales. Personas que no se llenen la boca de argumentos para justificar su desdicha o su rabia sino que se vacíen de viejas ideas y traten de construir nuevos horizontes.


La familia, los amigos, la pareja, los compañeros de trabajo. Uno ha crecido tratando de encajar en un entramado social lleno de trampas/etiquetas, que solo hacen que neguemos nuestra esencia por miedo a sentirnos solos e incomprendidos.


Y es que al final lo único que necesitamos es sentirnos comprendidos en nuestras incomprensiones

Por eso acerquémonos y preguntemos por su historia y por cómo se sienten.

Porque los sentimientos no entienden de moralidad ni de perfección solo nos muestra lo que realmente somos personas vulnerables en busca de un afecto incondicional que nos cuesta reclamar.


A la mierda las condiciones, las etiquetas y los juicios. Quiero seres humanos imperfectos, que vean en las equivocaciones una muestra de querer y no saber buscar afecto, que hablemos y escuchemos la otra parte de la historia, que no queramos entender todo pero sí aprender de lo que nos revuelve porque nadie sabe nada y lo que nos hace crecer siempre se encuentra fuera de los límites de nuestra mente.


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