top of page
aziz-acharki-290990-unsplash.jpg
Blog: Bienvenidos
Blog: Blog2
Buscar
  • Foto del escritorAlejandro Molowny

Reflexiones de armario

Actualizado: 27 mar 2020

Aún recuerdo nuestra primera vez. Llevábamos tanto tiempo esperando el uno por el otro que los nervios mermaron nuestra capacidad de disfrute. Era tu graduación y la mía también.

Recuerdo cuando me cogiste de la mano y me  pusiste sobre tus hombros, pensé que nunca más nos separaríamos. Para mí desdicha no fue así. Me guardaste y decidiste probarte otros atuendos.


Primero fue el de la diversión. No me sentó mal, sabía que te había costado mucho esfuerzo y dedicación, hiciste muchas cosas que te impusieron solo para llegar a mí. Sin embargo, pasó el tiempo y el traje se desgastó tanto que ya no se distinguía entre diversión y pasotismo. Me preocupé por ti, traté de llamar tu atención pero solo conseguí que el armario se fuera llenando de otros trajes mientras yo me hacía hueco en el fondo. Recuerdo también el de guerrero, en un principio fue útil pero poco a poco se fue diluyendo entre críticas y quejas. Con ese traje el mundo te parecía un error que solo tú podías solventar. Tanto fue así que entre portazo y portazo sentí llegar a casa la soledad. En ese instante recuerdo que hiciste limpieza de armario, ahí nos vimos otra vez. Lloré cuando me probaste frente al espejo y lloré otra vez cuando me devolviste al armario. Al menos, pensé, sigo en tus planes. Éramos pocos pero tú seguiste elegir vistiendo para agradar. A más gustabas fuera más tristeza entraba por la puerta.

¿Y qué me dices del traje de la culpa? Deberían dejar de fabricarlos, qué gran sin sentido.

Me preocupaba, te veía al borde del delirio. Y yo no paraba de juzgarte.


Y llegó el de la comodidad, aparentemente confortable pero que dejó tras de sí un confinamiento de desidia y pereza. Nada auguraba un cambio positivo. Hasta yo me había disfrazado con retales de rabia y tristeza. Perdimos el norte. Y entonces un día abriste el armario con firmeza, no sé qué pasó ni porqué, pero sentí que algo había cambiado. Y me elegiste de entre todos. Con una sonrisa me pusiste sobre tus hombros y mirando al espejo me dijiste - Cuánto tiempo viejo amigo. ¿Te apuntas a este viaje juntos?

En ese instante lloré y solté todo lo que había acumulado, esas emociones negativas pasaron a una aceptación.

Ahí me di cuenta que tanto tú como yo necesitábamos tiempo.

Tiempo para prepararnos, para sentir, para vivir, para aceptar. Ni tú ni yo teníamos razón ni tampoco estábamos equivocados, simplemente estábamos buscando la manera de juntarnos cando de verdad estuviésemos preparados.


Por cierto, no les he dicho mi nombre, pero imagino que a estas alturas ya sabrán como me llamo y si no abran su armario y rebusquen al fondo, seguro me encontrarán.

15 visualizaciones0 comentarios

Entradas Recientes

Ver todo
bottom of page